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La junta escolar votó para mantener las escuelas cerradas. Los padres se sublevaron


La ira por la decisión de impartir las clases en otoño de manera remota quedó marcada en tiza en la acera frente a la casa de Beth Martin.

“ABRE LAS ESCUELAS BETH”, escribió una madre iracunda en julio de 2020, antes de tocar el timbre y confrontar a Martin, una bibliotecaria jubilada con 30 años de experiencia e integrante de la junta escolar local.

“No me insultó, pero sí me gritó”, recordó Martin. “Tuve que llamar a la policía”.

Así comenzó un semestre que Martin describe como una serie de enfrentamientos acalorados y cuarentenas relacionadas con el coronavirus en Wausau, una ciudad de 38.000 habitantes en el centro de Wisconsin.

Tras decidir comenzar las clases de forma virtual, la junta escolar cedió a la presión de la comunidad y votó para abrir las escuelas a los estudiantes en noviembre, justo cuando la pandemia estaba repuntando en todo Wisconsin. Cientos de estudiantes fueron expuestos al virus en la comunidad y se vieron obligados a permanecer en sus casas durante dos semanas, aunque una portavoz del distrito afirmó que no hubo muertes de estudiantes ni de personal. Algunos de los miembros del personal que fueron hospitalizados lograron recuperarse tiempo después.

Mientras la junta lidiaba con decisiones difíciles, sus miembros empezaron a pelear entre sí en una amarga disputa que frustró a los padres y que terminó convirtiéndose, junto con la administración, en un foco de críticas en la comunidad.

Por todo el país se desarrollaron conflictos similares, a medida que los miembros de juntas escolares, acostumbrados a contratar superintendentes y aprobar presupuestos anuales, tuvieron que enfrentarse a la exigencia de convertirse instantáneamente en expertos en salud pública y equilibrar las preocupaciones de los profesores en torno a la seguridad con las necesidades educativas de los estudiantes y la carga impuesta a los padres que trabajan.

Padres en California, Salt Lake City, los suburbios de Filadelfia, y otros lugares han demandado a las juntas escolares y a las autoridades locales de salud, alegando que sus derechos constitucionales habían sido violados por la decisión de mantener cerradas las aulas. Un superintendente en Arizona renunció luego de que él y su familia recibieron amenazas de muerte cuando cerró las escuelas en diciembre.

La discordia podría dejar a muchos líderes escolares y a sus comunidades con la colosal tarea de reconstruir y reparar las relaciones —en medio de divisiones que solían ser inimaginables— cuando la pandemia se desvanezca.

Wausau, una pequeña ciudad sobre el río Wisconsin, conocida por sus canteras de granito y colinas para practicar esquí, fue el raro distrito en la región que decidió dar clases remotas este otoño, luego de que la junta siguiera las recomendaciones del superintendente y el sindicato de profesores, quienes dijeron que era la opción más segura. Las autoridades del distrito esperaban que otros sistemas siguieran su ejemplo rápidamente a medida que aumentaban los casos, pero no fue así.

“Todos teníamos la certeza de que a las dos o tres semanas de abrir las aulas íbamos a tener que volver a las clases virtuales de todos modos”, dijo Keith Hilts, el superintendente de Wausau.

Antes de la votación, las reuniones de la junta escolar en Wausau, un distrito de 8000 estudiantes, solían ser eventos por lo general cordiales y con poca asistencia. Pero la decisión de impartir clases de manera remota parece haber dividido a la comunidad en dos.

Un contingente ruidoso de padres le pidió a la junta que reconsiderara. Su presidenta, Tricia Zunker, fue acosada. En Facebook, alguien escribió que quizás su cubrebocas debía ajustarse lo suficiente como para que no pudiera respirar más.

April Van Rixel, de 28 años, cuya hija está en tercer grado, estuvo en el grupo de padres que presionó para que las clases fueran presenciales. Creó una página en Facebook para que los padres que opinaban igual pudieran organizarse. Fue la madre que confrontó a Beth Martin en su casa en julio.

“Todos empezamos a unirnos”, dijo. “Vimos la inestabilidad de nuestros hijos. El daño social y académico ha sido incalculable. ¿Por qué no fue esa la prioridad?” (Van Rixel agregó que “se volvió un poco loca” en la casa de Martin y que le gustaría pedirle disculpas en algún momento).

Durante meses, la decisión tomada en julio se mantuvo firme: los profesores fueron al colegio, pero enseñaron de forma virtual desde sus aulas, y los estudiantes aprendieron desde sus casas, en sus computadoras portátiles.

Pero a las autoridades les empezó a preocupar que muchas familias estuvieran abandonando las escuelas públicas de Wausau. Más de 430 estudiantes —poco más del 5 por ciento— abandonaron el distrito cuando se tomó la decisión de impartir clases de forma remota. Algunas familias, como la de Van Rixel, se inscribieron en otro distrito escolar, una opción otorgada bajo una política de elección de escuela en Wisconsin, o se cambiaron a un colegio privado. Otras se mudaron.

En Wisconsin, donde el financiamiento está vinculado a la cantidad de estudiantes inscritos, el éxodo activó las alarmas sobre el futuro del distrito. Al mismo tiempo, los padres señalaron que la propagación del virus en Wausau era similar al de las comunidades cercanas donde los estudiantes tenían clases presenciales.

Además, hubo indicios tempranos de que el rendimiento académico se estaba deteriorando: las ausencias injustificadas aumentaron y las calificaciones bajaron. Los estudiantes de noveno grado recibieron 856 calificaciones reprobatorias en el primer trimestre, en comparación con 189 durante el mismo periodo el año pasado.

Tras meses de debate, la junta votó para abrir las escuelas y ofrecer un modelo de educación híbrida a principios de noviembre, dándoles a las familias la opción de que los estudiantes asistieran a clases presenciales en ciertos días o de forma virtual. Hilts, el superintendente, apoyó la nueva decisión y decidió que las clases presenciales eran seguras si se seguían las precauciones adecuadas. También lo persuadió una encuesta que reveló que cerca del 65 por ciento de las familias en Wausau querían tener alguna posibilidad de clases presenciales.

La decisión se tomó en un momento crítico: para el otoño, el coronavirus estaba en aumento en Wausau, una localidad que tenía uno de los números de casos per cápita más altos del país. A principios de noviembre, la región de Wausau tenía un promedio de 145 nuevas infecciones de coronavirus por día, según un proyecto de rastreo de The New York Times.

“Estábamos regresando a las aulas justo cuando la pandemia estaba empeorando”, dijo Martin, miembro de la junta.

Se establecieron precauciones de seguridad, incluyendo el uso obligatorio de cubrebocas para todos y limitación de movimiento para los niños de primaria, quienes pasaron la mayor parte de este otoño en una sola aula, incluso en la hora del almuerzo y durante las clases de arte, música y ciencia.

“Como todos los demás, sentí mucha ansiedad”, dijo John Masanz, un profesor de inglés de preparatoria y presidente del sindicato de profesores de Wausau, el cual se opuso al regreso a las clases presenciales. “Tengo que escuchar a muchas facciones distintas. Yo también tengo un estudiante de último año de preparatoria viviendo en mi casa, y sabía que volver a las clases presenciales era importante. Te voy a ser honesto, no sabía qué hacer”.

Desde que comenzaron las clases presenciales, cientos de estudiantes y miembros del personal han estado yendo y viniendo entre el aula de clases y la casa, cumpliendo cuarentenas de dos semanas tras haber tenido una posible exposición. Las autoridades del distrito afirmaron que no tenían casos documentados de transmisiones en las escuelas, pero el 12 de enero, cerca de 200 estudiantes y miembros del personal estuvieron en cuarentena.

“Nuestra comunidad no está afrontando la situación”, dijo Martin, y señaló que la transmisión del virus sigue siendo elevada en Wausau. “Sigo esperando a que pase algo malo y digamos: ‘¿Sabes qué? Tenemos que volver a las clases remotas’”.

Para los profesores, la ansiedad está “por las nubes”, dijo Masanz. También lo está la tensión en la comunidad, que en noviembre rechazó dos referendos que habrían recaudado 158 millones de dólares para mejoras de infraestructura y otros costos para el distrito escolar.

“Espero que podamos superar esta división y volver a unirnos como comunidad”, dijo Masanz. “Y regresar a la educación con normalidad”.

Julie Bosman es una corresponsal nacional que escribe sobre el Medio Oeste. Ha reportado sobre política, educación, fuerzas del orden y literatura. Nació y creció en Wisconsin y vive en Chicago. @juliebosmanFacebook






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